sábado, 10 de diciembre de 2011

Yo conozco un lugar en ruinas.
Y creo que nunca veré nada tan bonito y a la vez tan triste y devastador. Se trata de una metáfora visual.
Estas ruinas son las ruinas de un ser humano, ruinas en Noviembre.
Nosotros no entendemos qué se siente. Nosotros vemos morir a los hombres como mueren las olas en la orilla. Pero nosotros nunca morimos más que por dentro. Ella se muere por él, él por ella. Y eso es todo. Él apretó el gatillo, y la bala me dio en el corazón. Lo decían los electrocardiogramas. Pero fue un disparo de nieve, porque nosotros no morimos, seguimos vivos. Es la única lección que merece la pena aprender. "LA VIDA" como forma de vida. ¿Cómo pude pensar que yo me derrumbaba? Nono, yo estoy perfecta. Yo estoy en periodo de construcción, yo todavía no tengo tejado propio, por eso me gustan tanto las azoteas de Madrid. Allí se ven las estrellas, y el universo desafía la imaginación. Es frustrante no saber cuánto ocupa, y el hombre, el mismo hombre que muere y no sabe dónde va, y viaja a la luna, y quiere vivir en Marte, el hombre intenta encerrar el universo en un tarro y ponerle límites como si se tratase de una mancha de mermelada.
Nosotros no sabemos lo que es ser una fortaleza en llamas, y que vengan a por ti, y tener tantos años en el dni que ya no puedes defender la vida.
Hay llamas. Un hombre se consume. Y a nadie le importa, eso es lo más bonito y lo más triste. Que somos muchos, y damos por hecho que alguno tiene que irse y otro ocupará su lugar.

Cuando el castillo de arena arde, y llega la ola para apagar el fuego, sólo consigue ruinas. Claro que apaga el fuego, pero el hombre no es de hierro, se hunde su arena. También muere la ola y a nadie le importa.
Pero todavía no conozco a nadie que no se emocione al mirar al mar, aunque mueran olas continuamente.
Eso me pasa a mí con el ser humano.

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