viernes, 2 de diciembre de 2011

Voy a tener que enamorarme del fuego de los mecheros.
De la luz color farola en tu cigarro, cada vez que das una calada.
Yo ya estaba enamorada de las luces, y de los semáforos.
Una vez un chico me besó cuando estaba en rojo.
Me enamoré de tus semáforos, Madrid. Y tú tan lejos.
Así que si ese humo borroso que no me deja ver con claridad las luces, si ese humo no se va, voy a tener que enamorarme también de él. Voy a tener que respirarlo.
Voy a tener que leer mi poesía a oídos de nadie, ¡o peor aún! leerla a oídos de quien quiera escucharla. El miedo nos paralizaría si supiéramos cuántas personas no tienen orejas. Y yo no espero importarte o que te importe, aunque puede que yo de vez en cuando tenga razón. No importa. Da igual, el ser humano es humo.

(Y el humo no vuelve a la boca, ni el tiempo al reloj )

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